domingo, 15 de junio de 2014

Los métodos de Dios son sencillos, ¿qué tiene de difícil orar para superar la aflicción? ¡Hazlo! No tienes nada que perder y mucho que ganar al sentir el respaldo y consuelo de la oración. Hay dos momento durante la oración: primero, desahógate, llora y tranquiliza tu alma delante del Señor. Tus lágrimas no son la solución, solo son un escape, pero son necesarias para que no ahogues tu fe con la aflicción. Cuando Ana, la madre de Samuel, creyó, superó su tristeza, pero primero se desahogó delante de Dios. El segundo momento de la oración es creer con todo el corazón y dar gracias por lo que ya recibiste, aunque todavía no lo veas realizado. Levanta tus manos y habla con Dios, ora, créele, cierra tus ojos y ve lo que quieres lograr, convéncete de que ya está hecho, ten paciencia y gózate por lo que vendrá. Dile con una sonrisa en tus labios: “Gracias Padre, creo en Tu amor y estoy convencido de que me darás todo lo bueno que te he pedido”.

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